martes, 26 de noviembre de 2013

Queriendo morir.

Tomó el bote de pastillas. Su único deseo era desaparecer para siempre. Al fin y al cabo ya nada la unía a este mundo en el que sólo había recibido dolor. Quien dijo que la vida es bella estaba muy equivocado. ¿Para qué seguir en ella entonces? Sus seres queridos ya no estaban. Aquél que pensaba era su amor no quería saber nada de ella y con él murió su esperanza de ser feliz. Era el momento, el momento del fin, el momento de agotar el sufrimiento que la mortificaba cada segundo de cada día. Pronto todo terminaría, su dolor, su pena... 

Suspiró y engulló un puñado de pastillas, después otro más y finalmente terminó con todo el frasco. Se tumbó y decidió esperar la muerte con tranquilidad, sin miedo. La miraría cara a cara tratándola de tú a tú y riéndose de ella porque, era ella precisamente, quien había decidido cuándo acompañarla.

Sus pensamientos volaron en el tiempo. Los recuerdos la golpearon haciéndola sentir más deseos de morir aún si cabe. Vio los rostros de todos aquellos a los que amó y que ya no estaban. Vio el rostro del hombre que amaba, con aquella sonrisa que la hechizaba y hacía que su corazón se llenase de amor. Su alma se partió en dos. Cerró los ojos y una lágrima resbaló por su rostro. Las fuerzas le fallaban, comenzó a marearse y se abandonó a su destino.

Sin embargo se sorprendió, sintiendo su cuerpo flotar en el aire...

Abrió sus ojos, todo a su alrededor era blanco y luminoso. No estaba dentro de una nube, en ese caso habría vapor o algo así, pero no. Al instante su ropa cambió. Observó que portaba un vestido largo, de corte medieval con largas mangas. La luminosidad desapareció y, ante ella, un mercado de frutas y verduras, cestos de mimbre, quesos, cerámicas, panes y telas fue haciéndose cada vez más claro. Sus sonidos, las personas que lo recorrían e incluso el conjunto de aromas eran totalmente perceptibles. ¿Dónde estaba? ¿Cuál era ese lugar y qué hacía ella allí?

- Mi señora, ya tengo todo lo que me ha pedido. ¿Qué desea que hagamos ahora? -le dijo una joven al tiempo que le hacía una reverencia.

Las palabras salieron de su boca sin haberlas siquiera pensado.

-Volvamos a casa. Hoy es un día muy especial y quiero que el señor tenga un recibimiento digno tras la batalla.

¿Cómo? ¿Cómo podía hablar ella así? ¿Y de quién estaba hablando? No entendía absolutamente nada y, antes de poder comprenderlo, sus pies comenzaron a caminar hacia algún sitio a donde su doncella, o lo que fuese, la seguía fielmente.

Tras recorrer unos metros entró en una casa, no muy lujosa pero acogedora. Un espejo en la entrada le devolvió su imagen. ¿Su imagen? ¿Quién era esa mujer que la miraba al otro lado del espejo? No podía moverse, quedó clavada en el suelo. Lo último que esperaba era verse en otro cuerpo.

¡Vaya, no estaba nada mal! Melena infinita, pelirroja, ojos verdes, rasgos muy bellos y un cuerpo perfecto. Ya le hubiese gustado ser así en esa vida que quería abandonar aunque, observándose bien, tampoco eran tan distintas. Lo único que sí que reconocía eran sus ojos. Se escudriñó con atención. Esa mirada era lo único que le resultaba familiar, pero ahora esos ojos estaban llenos de amor y esperanza, tal y cómo estaban los suyos antes de... mejor dejarlo.

La doncella, o lo que fuese, la miraba entre preocupada y asombrada a la vez.

-Señora, ¿se encuentra bien?

-¡Mejor que nunca! -contestó- continúa con los preparativos, quiero que todo quede perfecto.

Bien, si sus pies supieron llevarla a aquella casa también sabrían llevarla a su habitación.

-Preparadme el baño, por favor, quiero estar hermosa cuando llegue...

¿Cuando llegue quién? Se supone que es mi esposo pero ni siquiera sé cómo se llama, ni cómo es. En esta época, normalmente casaban a las doncellas con hombres mayores, ¿no? ¡Horror! ¿Y si es un anciano? Bueno, si lo fuese no habría ido a una guerra digo yo... Ya, pero podría ser un consejero o algo así. Pero si fuese un anciano y yo tan joven como parezco, no creo que estuviese tan deseosa de estar estupenda para cuando llegase. Bueno, por ahora me conformo con que sea un buen hombre que me trate con respeto, el resto será un regalo... o una decepción. Y lo más importante, ¿cuándo saldré de aquí? ¡Tarde o temprano se notará que no tengo ni idea de donde estoy ni de quién soy! Por cierto, ¿donde estará el baño?, porque no puedo más...

De repente sintió una bofetada, literalmente, en su rostro. ¡Y luego otra y otra! Quiso asesinar a quien lo estaba haciendo pero no tenía fuerzas para mover los brazos, tan sólo entreabrió los ojos como pudo. Allí estaba su amiga, dándola tortas a discreción, con los ojos que se le salían de las órbitas.

-Déjame... 
-Ni déjame ni leches, vamos,¡al baño a vomitar!

Vaya, para una vez en mucho tiempo que estaba a gusto, encima van y me despiertan.

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