sábado, 5 de abril de 2014

¿Adiós o... hasta siempre?

¿Cómo se dice adiós a quien alguna vez dijiste para siempre? ¿Es cierto eso de que cuanto más se ama a una persona más se sufre? No lo sé… No sé qué es eso que queda cuando una persona se tiene que ir, cuando tienes que despedir a una persona que necesitas para vivir, que es parte de ti, que está hecha de ti, de un trozo de tu mismo ser. No lo sé… por qué esta vida es tan injusta y se lleva siempre a las buenas personas. No sé por qué la vida no se apiada de quien tiene corazón, de quien sabe querer y amar, de quien ha cumplido consigo mismo, mientras que no se lleva a quien ni si quiera tiene ganas de vivir. Son los infortunios de la vida. Es la mala suerte que a alguien le toca; es esa “suerte” inminente que está destinada a suceder. ¿Cómo es posible que tengamos que aceptar algo que no queremos? ¿Por qué la vida a veces no se interrumpe con un grito? Hay lágrimas que jamás merecen ser derramadas. Hay momentos en la vida en los que es inevitable no pararte a pensar por qué estás aquí, y para qué. Es ese momento en el que piensas en todo aquello que nunca pensaste, ese momento en el que aprecias lo que un día tuviste y ahora no, ese momento donde cualquier molécula de materia te demuestra cuánto es necesaria… Un momento en el que te das cuentas de que el mundo ya no está para bromas: pues ya no hay ilusiones, no hay sonrisas, no hay nada por lo que luchar. Ese momento donde comprendes que una enfermedad es más fuerte que una persona, que no sirven de nada los avances científicos, ni los inventos, ni mil falsos remedios. ¿Alguna vez has sentido que tienes ganas de gritar al mundo lo que sientes? Ahora es ese momento donde reconoces que la vida es sólo una, y que no habrá más, que nunca sabremos cuándo nos iremos… Donde ya no queda tiempo para nada porque se han ido segundos que ya no volverán, donde vuelven a tu cabeza miles de frases, miles de situaciones, millones de sonrisas que se han quedado por ahí. Es aceptar que llegan momentos de soledad, de no sonreír y de olvidarse de lo bueno. Es ahí donde recapacitas y piensas en ti, en los momentos, en tu familia, en tu vida. Es ahí donde sabes que debes de seguir, donde sabes que tienes que quedarte con los olores, con el sol del verano de tu vida, con la foto de familia, con los recuerdos… Y llegas a un punto donde solo queda tirar para adelante, donde sabes que había vivir al 100, de aprovechar cada momento, sin más pretextos. Porque pasarán los años, te cambiará el color de la piel, y entonces recordarás que no se trata solo de vivir, si no de disfrutar mientras se pueda. 

Puede que las desgracias sean más fuertes que muchos de nosotros, y que juegue con nuestras vidas sin que podamos remediarlo: Puede llevarse a quienes queremos, a quienes amamos, a quienes hemos tenido siempre a nuestro lado, pero hay algo que jamás podrán llevarse: Los recuerdos. Es cierto eso de que hay amores que matan, y amores por los que se sufre hasta enloquecer… Pues dicen que el sentimiento más puro es ese que nos sale del alma y nos llega a la mente, aquel que nos llena el corazón con una simple sonrisa y nos lo vacía con una simple lágrima. Es cierto que a veces hay más días grises que azules, que los tiempos cambian al corazón y no a la mente, pero lo que sí sé que por muchas cosas que pasen y por mucho tiempo que pase, siempre siempre, el amor lo gana TODO.

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